miércoles, 24 de julio de 2019

¿Por qué no nos centramos en lo positivo?

Tengo 42 años y una vida normal, pero no recuerdo días de mi vida sin dolor. Tengo síntomas de fibromialgia desde la preadolescencia, puede que antes, sin saber lo que me pasaba. Conseguí que me diagnosticaran hace 9 años.

Antes del diagnóstico, tuve una depresión con crisis de ansiedad. Pero el dolor estaba antes, y persistió después. Mi médico de cabecera me dio un prediagnóstico en fibromialgia, enfermedad de la que yo no había oído hablar pero de la que tenía todos los síntomas y me mandó al especialista. Aun así, el jefe de reumatología de mi hospital de referencia me dijo que no, que era una secuela de la depresión y me dio el alta. No me hizo ni una sola prueba, ni un análisis, ni me tocó en consulta para ver donde me dolía y como. Me hizo sentir como la puta loca que se inventa enfermedades para justificar su locura. Pero yo sabía que mi dolor era un dolor físico. Conseguí que me viera otro especialista que sí me hizo pruebas, que no me trató como una puta loca, que confió en el instinto de mi médico de cabecera que es la que me conoce y se sabe todo mi historial y me dijo que si, que lo mío es fibromialgia. Que no me lo invento y que lo que me pasa no es normal. 

No me gusta leer testimonios de otros enfermos. Ni siquiera me está gustando escribir el mío. Se que escribir lo que sentimos es un desahogo, una vía de escape cuando nuestro entorno no nos comprende. Pero la mayoría son testimonios derrotistas, tristes, negativos. Quejas sobre todas las limitaciones que tenemos, sobre las cosas que no podemos hacer. 

Pero ¿por qué no nos centramos en lo positivo? ¿Por qué no valoramos las cosas que SI podemos hacer?

El único tratamiento que me hace efecto es el paracetamol. Hay días que tomo un comprimido. A veces dos o tres. Nunca he llegado a tomar cuatro. La mayoría de los días, ninguno. El paracetamol solo me alivia un poco, el dolor nunca desaparece del todo, pero me ayuda a seguir para adelante. El resto de tratamientos que he probado, o no eran eficaces, o los efectos secundarios eran tan fuertes que no me merecían la pena. 

Me gustaría poder hacer deporte. Nunca he podido hacer deporte con normalidad. Siempre me quedaba la última en clase de gimnasia, aunque me esforzaba todo lo posible. Siempre era la que elegían la última en todos los juegos. Ahora sé que solo puedo nadar o caminar. Así que intento nadar o caminar un rato cada día. A veces es un rato largo, otras más corto.

Nunca he dejado de trabajar. Nunca he estado de baja a causa de mi enfermedad. No tengo minusvalía reconocida ni he intentado pedirla.

Tengo dos hijos. Juego con ellos, hablo con ellos. El mayor ya va entendiendo lo que significa esta enfermedad. 

Me gusta leer. A veces me cuesta concentrarme y paso temporadas sin hacerlo, pero siempre lo acabo retomando. Intento leer al menos una página al día. Las épocas más duras, busco relatos cortos o libros ligeros que no me obliguen a prestar demasiada atención.

Me gusta coser y hacer ganchillo. A veces me duelen las manos, o la espalda, y tengo que dejarlo. Pero siempre tengo algún proyecto a medias que voy terminando poco a poco, a mi ritmo.

Cuido a mis amigos, y ellos a mi. Saben que no puedo salir a bailar hasta el amanecer, pero si puedo ir al cine, reunirnos en casa o dar una vuelta por el campo.

Mi familia a veces no me comprende. Pero yo a veces tampoco los comprendo a ellos con otras cosas, no pasa nada.

Si, mi enfermedad me limita en muchas cosas, pero hay otras muchas que SI puedo hacer.

Gracias por leer hasta aquí

¿Por qué no nos centramos en lo positivo?