domingo, 19 de marzo de 2017

Reflexiones del día del padre

Ya sabéis que tengo dos hijos (si no lo sabéis, os estáis enterando ahora), de dos padres diferentes. Soy así de disfuncional, pero soy feliz con la familia que he formado.

Lo que no me hace tan feliz es tener un niño de 11 años en casa que no ha pasado el día del padre con su padre, porque el tal padre no se ha dignado a aparecer. Que tiene un regalo que ha hecho con el colegio para su padre, y no se lo ha podido dar a nadie. Que hayamos aplazado planes porque su padre le prometió que vendría hoy, sin falta, a las 11 de la mañana, y que sean las 19:26 y hayamos pasado el día entre casa y el parque porque ni unos planes, ni los otros. Que se cree que a quien perjudica es a mí, por fastidiarme esos planes, pero en realidad a quien está perjudicando es a ese niño de 11 años que espera, y espera, y espero que algún día se canse de esperar.

Tengo suerte, porque mi familia disfuncional la he construido (reconstruido más bien) al lado de una persona maravillosa que es el padre de mi hijo menor, que antes de ser padre ya ejercía como tal con el mayor y que cada día me demuestra que todo ha merecido la pena.


No escribo desde la rabia, ni desde el rencor, ni desde el odio. Escribo desde la pena que me da ver la decepción profunda en los ojos de mi hijo, el de 11 años, mientras el de 3 solo puede admirar al hombre que cuida de nosotros. 

sábado, 4 de marzo de 2017

Lo queremos todo

Y cuanto más fácil y rápido, mejor.

Vengo de una generación en la que nos dijeron que podíamos conseguir lo que quisiéramos. Que podíamos ser lo que nos diera la gana. Era mentira.

Supongo que el estar acostumbrados a tener toda la información del mundo al alcance de la mano forma parte de esa mentira. Darse cuenta, de repente, de que conseguir algo requiere esfuerzo por nuestra parte, aunque sea mínimo, puede suponer una alta dosis de frustración para algunas personas. Personas que aun no han entendido que no, que no podemos conseguir lo que queramos. No tan fácil.
Me incluyo porque yo también he pecado a veces en las actitudes que hoy critico.
Os cuento un sucedido, o más bien una actitud generalizada, para ilustrar lo que estoy pensando. Un ejemplo práctico que me ha llevado a estas reflexiones tan profundas. Ya sabéis que entre mis aficiones se encuentran las manualidades y Facebook. Por lo que es inevitable estar en grupos de Facebook donde se habla de manualidades. Se comenta, se comparten, se suben fotos, se pide ayuda para hacer tal o cual cosa.

Es muy típico en esos grupos pedir patrones o tutoriales de cosas concretas. Pero además se piden en castellano (la mayoría de los grupos en los que estoy son en castellano) y de gratis. Y con un tono de exigencia, de urgencia, que provoca rechazo en lugar de ganas de ayudar. En la mayoría de ocasiones son cosas que se pueden conseguir fácilmente haciendo una búsqueda en Google, pero la persona que los pide no quiere molestarse en hacer esa búsqueda. A veces requieren una búsqueda más profunda… pero si no nos molestamos en hacer lo sencillo, lo arduo ya es como de otro mundo. Es más fácil pedir, en un grupo de Facebook, y que alguien nos lo resuelva.

Hay veces que el patrón o el tutorial en cuestión no está en castellano, pero si se puede encontrar en inglés. No sé, yo me he molestado en formarme y aprender un idioma extranjero (que chapurreo malamente pero que soy capaz de leer y traducir), por lo que un tutorial en inglés de una manualidad no me asusta. Pero supongo que hay gente que ha preferido dedicar sus años de formación a otras cosas y necesita traductor personalizado. Y van a pedirlo a los grupos de Facebook. A exigirlo, más bien. Seré yo la marciana que creo que aprender idiomas (o lo que sea) puede ser útil para la vida.

De paso piden que sea gratis, claro. No vaya a ser que la gente creativa que se gana la vida ideando patrones y vendiéndolos se hagan ricos y puedan dedicarse a lo que les gusta. Faltaría más. No vaya a ser que alguien triunfe gracias a su esfuerzo y a que no se ha conformado con que se lo den todo hecho.

Y cuando no tienen respuesta se enfadan, exigen aun  mas, sin entender que si no se les ha respondido es porque o bien no se tiene la respuesta o quien la tiene no la quiere dar porque le ha costado un esfuerzo conseguirlo que no le apetece compartir con desconocidos. Cuando se enfadan hacen lo que mejor podrían hacer, que es abandonar el grupo.

Lástima que en la vida (la real, la de fuera de Facebook) sigan cargando sus frustraciones contra los demás.

Entendedlo: nos engañaron. No podemos ser lo que queramos. No podemos hacer lo que nos dé la gana.


Pero si podemos ser felices con lo que hemos conseguido con nuestro esfuerzo.