sábado, 3 de noviembre de 2018

Hoy os traigo música: Sister Rosetta Tharpe

1938
Little Richard, 6 años
Johnny Cash, 6 años
Chuck Berry, 12 años
Un tal Elvis Presley, 3 años
Jerry Lee Lewis, 3 años

Sister Rosetta Tharpe hacía esto e inventaba el rock'n roll



sábado, 29 de septiembre de 2018

Cosas que no le cuento a mi hijo de 13 años

A mi hijo de 13 años aun no le he contado que hay veces en las que es necesario huir hacia adelante. Que una retirada a tiempo es una victoria.

No le he contado que hay personas que se hacen pasar por víctimas cuando son culpables. Que manipulan la realidad hasta el infinito para que parezca que los culpables son los demás.

Solo tiene 13 años. Por eso no le he contado que a veces el maltrato no consiste en golpear a alguien. Que antes del primer golpe hay un maltrato silencioso, cruel, invisible, que te agota por dentro y te deja sin autoestima y sin sentimientos. Que después del primer golpe yo supe parar, rebelarme y salir, pero hay gente que no es capaz de hacerlo.

No le he contado que la persona a la que amas puede ser la que te haga más daño.

A mi hijo de 13 años no le he contado que te puedes sentir en la soledad más absoluta aunque estés rodeado de gente. No sabe nada del miedo ni de la impotencia. Aun no sabe que si lo das todo sin recibir nada a cambio, al final te quedas vacío y dejas de ser la persona que eras.

Mi hijo de 13 años no sabe que se llora mucho antes de tomar algunas decisiones, aunque sepas que son las correctas. Porque estás tan roto y tan cansado y con tanto miedo al futuro que solo puedes llorar. Porque te han hecho tanto daño en el pasado que no sabes si vas a poder recomponerte algún día.

Mi hijo de 13 años ha vivido sin miedo porque yo tomé una decisión a tiempo, pero no sabe que se me desgarra el alma cada vez que sale por la puerta.

Lo que si sabe, porque lo ha visto, es que una persona rota puede recomponerse. No se lo he contado, pero sabe que mis aciertos y mis errores han sido siempre buscando lo mejor para él.

Lo que si le cuento, todos los días, es que lo quiero con toda mi alma porque pude llenarla de nuevo después de quedarme vacía.

sábado, 28 de julio de 2018

Mas papistas que el Papa

El otro día vino un hombre a intentar darme lecciones de feminismo. Si, como lo leéis.

Para que os deis cuenta de lo gracioso de la situación, es como si yo intentara darle lecciones de física a un ingeniero de la NASA. Lo mismo, pero llevado al campo de la ética.

El muchacho (creo que no alcanzaba los 30) tenía toda la pinta de feminista de nuevo cuño. Que se ha subido a la moda del feminismo precisamente por eso, porque está de moda, y que se cree que por coger la fregona de vez en cuando en casa ya es más feminista que Clara Campoamor. Lo que toda la vida ha sido ser más papista que el Papa.

No es la primera vez que me pasa. En otra ocasión otro hombre me soltó que él era feminista porque era hijo de madre soltera. Y se quedó mas ancho que largo. Como si el feminismo fuese algo congénito que se adquiere en función del estado civil de nuestras madres al parirnos.

Lo que no pude hacerles entender a ninguno de los dos es que lo que estaban haciendo (intentar darle lecciones a una mujer sobre un tema en el que ella sabe mucho más, desde su superioridad de macho que todo lo sabe) es una actitud profundamente machista. No se lo pude hacer entender porque, como mujer, no quisieron escucharme. Ya que ellos como hombres tenían toda la razón que les otorgan sus testículos. Cuando se dejan llevar por el paternalismo, es una batalla perdida.

No se si son más peligrosos para el feminismo los machistas de toda la vida, o estos que se creen feministas y no tienen ni puñetera idea de lo que hablan. A los de toda la vida los ves venir, y alguno hasta te escucha y aprende algo. Pero estos van de listos, se creen que los saben todo sin saber nada, y lo que hacen es dinamitar el feminismo desde dentro. Porque para dar lecciones de feminismo, primero hay que ser mujer. Primero hay que saber lo que se siente cuando en todas y cada una de las facetas de tu vida eres menospreciada, infravalorada, criticada e incluso humillada. Hay que saber lo que es el miedo cuando vas sola por la calle. Hay que experimentar que te traten como si fueses tonta al hablar de cualquier tema, aunque le des cien vueltas al hombre que tienes delante sobre el tema en cuestión (como hicieron ellos conmigo, voy a suponer que sin darse cuenta).

Cuando se haya experimentado todo eso y se sepa lo que se siente, cuando intentes rebelarte contra ello y te encuentres con un muro de patriarcado inexpugnable... entonces y solo entonces puedes ir a otra mujer y contarle lo que es el feminismo.

Que conste que la mayoría de los hombres me encantan. Convivo con tres en casa (dos de ellos en modo larva) y les hablo de feminismo y les educo para que sepan lo que es. Me gustan los hombres receptivos, los que están dispuestos a aprender, los que se callan cuando les explicas algo y los que reflexionan y lo aplican a su vida para intentar mejorar y hacer del mundo un lugar mejor para todos. Esos hombres si son feministas, aunque les quede bastante por aprender.

Yo he sido feminista desde que tengo uso de razón. Y no me hizo falta ser hija de madre soltera, ni que nadie me pusiera una fregona en las manos.  Pero desde niña he sentido la injusticia, la lascivia, el paternalismo, el miedo, la lucha... y eso me ha hecho lo que soy hoy. Para mi no es una moda. Es mi forma de ser.

Así que a día de hoy lo siento pero no. Ningún hombre tiene la autoridad moral para venir a darme lecciones de feminismo. Ni a mi, ni a ninguna otra mujer.

Queridos hombres míos: en cuestiones de feminismo callad, leed y aprended. Y luego si queréis, hablamos.


viernes, 27 de abril de 2018

En días como estos, en los que el miedo y la repugnancia me invaden, me alegro de que mis dos hijos sean varones.

Solo espero estar educándolos bien para que en el futuro sean hombres y no monstruos.

El cuadro es "Judit decapitando a Holofernes", de Artemisia Gentileschi: Pintora renacentista que fue violada por su maestro y tuvo que someterse a torturas y humillaciones para demostrar su inocencia.

miércoles, 4 de abril de 2018

Herrores Hortojrafikos

Ayer me llamaron intolerante por pedir que se respete la ortografía. Y la gramática, ya que nos ponemos. Porque los que no lo hacen me parecen, como mínimo, unos maleducados.

El argumento para tildarme de intolerante era el de siempre: Que no todo el mundo tiene el mismo nivel educativo, que no sabemos las circunstancias de cada cual y que cada uno escribe como quiere o como puede.

Todo esto pasó en Facebook, que es un medio principalmente escrito, y donde a diario me encuentro mensajes para los que necesitaría un traductor de etrusco. Mensajes que directamente paso de largo. Si la otra persona no hace un mínimo esfuerzo por hacerse entender, yo tampoco voy a esforzarme por leerlo. El 50% de mi comunicación diaria con otras personas es por escrito y no tengo tiempo para tonterías.

Respecto al nivel educativo, para mí es un argumento no válido. En España, desde 1970, la educación básica es obligatoria desde los 6 hasta los 14 años (en los años 90 se amplió hasta los 16). Las reglas ortográficas y gramaticales te las enseñan en esa etapa básica y obligatoria. Por lo tanto, cualquier nacido después de 1970 ha pasado por el colegio y las conoce. No hace falta tener un nivel educativo superior para escribir con corrección. Con haber completado la educación obligatoria es suficiente.

Tenemos la suerte de que además de obligatoria la educación en esa etapa es gratuita. Eso implica que la pagamos entre todos, con nuestros impuestos. Toda la sociedad en conjunto somos responsables del sistema educativo. Todos hemos tenido el mismo acceso y las mismas oportunidades de aprender, independientemente de las circunstancias de cada uno. El que no haya aprovechado esa etapa es, por tanto, un vago.

No solo eso: para los nacidos antes de 1970 hay una cosa genial que se llama educación para adultos, que también es gratuita y a la que pueden acceder todos los que no pudieron estudiar de jóvenes. Y si no, siempre queda el recurso de ser autodidacta, que también está muy bien y en el caso que nos ocupa es tan fácil como coger un libro y poner un poco de interés.

Así que, señores, el que escribe mal es porque le da la gana. Cosa que me parece de una falta de respeto inmensa en varios sentidos: Para el interlocutor, que tiene que hacer un esfuerzo extra para entender. Para la sociedad, que ha pagado la educación de esa persona para nada. Y para la propia persona que escribe, porque se auto retrata como alguien vago, maleducado y simple.

Cuando quiten la educación gratuita con el argumento de que la gente no la aprovecha y se gastan recursos inútilmente, ya os llevaréis las manos a la cabeza y os quejaréis en la barra del bar.

Pues sí. Va a resultar que soy intolerante.



lunes, 12 de marzo de 2018

Miedo

Vives con miedo. Siempre.

Sobre todo en fines de semana alternos y la mitad de las vacaciones. Siempre.

Sobre todo cuando sabes que tu hijo se queda a cargo de personas que te odian, que te amenazan, que te agreden. Siempre.

Sobre todo cuando te enteras de que tu hijo está al cuidado de alguien que ni conoces, pero que también te odia y te amenaza. Sobre todo cuando llamas por teléfono para hablar con tu hijo y te responde alguien desconocido que te insulta, te amenaza, te veta tu derecho a comunicarte. Sobre todo cuando tu hijo aún es pequeño y no sabe defenderse. Siempre.

Vives con miedo cuando nadie responde a ese teléfono. Cuando no sabes con quien, ni dónde, ni cómo está tu pequeño. Cuando te enteras de que duerme en un sofá, que va de casa en casa y de mano en mano. Siempre.

Y a veces la realidad te pega una bofetada y te das cuenta de que tienes toda la razón al tener miedo. Siempre.

lunes, 12 de febrero de 2018

jueves, 8 de febrero de 2018

La Familia (la casa de los fantasmas)

Un relato de El Doctor Dimensional

 Al principio se asustó mucho, pero le duró poco. Cuando acabó de gritar, cayó desmayado al suelo.
    Cuando Thomas despertó, lo primero que sintió fue frío y después desconcierto. Se encontraba en un salón que, en otro tiempo, debió de ser regio y elegante, pero que ahora estaba cubierto de telarañas. Se incorporó, pues había estado parcialmente tumbado y, poco a poco, los recuerdos empezaron a volver a su mente. Recordaba cómo había reído y paseado con su amigo Sam hasta un callejón oscuro, donde las sombras se habían alzado y habían cargado contra ellos ¡y de repente…!
El Silencio.
    Recordaba cómo su amigo Sam se había desmayado junto a él, pero no recordaba quién le había traído hasta allí ni qué había hecho con Sam, así que decidió buscarle por la casa.
    Recorrió lúgubres pasillos y sótanos, hasta que al fin llegó a una habitación en la cual solo había un baúl dentro del cual se oían ruidos y era lo bastante grande como para que cupiera una persona. Lo abrió, pues ni siquiera estaba cerrado con llave, y dentro encontró a una niña amordazada. Le quitó la mordaza y la niña le explicó que no sabía cómo había acabado allí, y ambos decidieron ayudarse mutuamente y buscar a Sam.
    Entonces, la niña se puso pálida y señaló algo que estaba detrás de Thomas. Thomas miró hacia atrás y vio a un fantasma, increíblemente parecido a Sam, que mostraba una macabra sonrisa y que les saludaba lúgubremente con la mano.
    El espectro habló:
-Thomas, te presento a mi familia – y al instante las sombras saltaron desde todos los rincones sobre Thomas y la niña. Y nunca más en el pueblo de Chiloeches se volvió a saber de ellos después de ese lúgubre 25 de diciembre de 1995.
FIN

Acerca del autor
Doctor Dimensional

El Doctor Dimensional es un seudónimo, pues oculta a un chico de 12 años que, a pesar de su corta edad, es un gran lector. Le interesa sobre todo la literatura de fantasía y ciencia ficción, aunque últimamente se está animando también con el terror. Gran amante de las bibliotecas, sorprende su erudición, su dominio del lenguaje y su capacidad crítica. Este relato corto es su debut como escritor. Además, dirige la sección "Madrid Friki" dentro del podcast "PodCastizo, el podcast de Madrid". Se trata de un podcast amateur dedicado a temas culturales, de divulgación histórica y costumbrismo madrileño. Su sección está dedicada a la literatura fantástica, de ciencia ficción y, en general, al "mundo friki" madrileño.

viernes, 2 de febrero de 2018

El señor elegante (microrelato)

Vestía un traje oscuro. Impecable, perfecto. La camisa también oscura, cerrada pero sin corbata. Bastante había llevado ya corbata cuando era joven, en las interminables horas de oficina. Desde que se jubiló, había decidido prescindir de ese accesorio tan incómodo. Solo las usaba en ocasiones especiales (las bodas de los hijos, los bautizos de los nietos...).

Esperaba, sentado plácidamente, su turno en la consulta del médico. Nada grave, la tensión un poco alta, consecuencia de la edad. No tenía prisa, así que no se preocupaba por los turnos ni la hora. Ya le llamarían cuando le tocara.

Mientras, se dedicaba a la lectura de la novela que tenía a medias. Leía en un e-reader, regalo de sus hijos para Reyes un par de años antes. Le gustaba leer en esos dispositivos modernos. No pesaban apenas, lo que iba perfecto para sus manos que ya no tenían tanta fuerza como antes, y podía ponerse la letra del tamaño que quisiera. Algunos libros impresos vienen con la letra muy pequeña y su vista ya no es tan aguda.

Espera, lee con la espalda recta y una mano apoyada sobre la pierna (la otra sujeta el libro) y casi no se entera cuando le llaman a la consulta, de lo absorto que está en la lectura. Se levanta, sigue siendo alto a pesar de los años, y el traje oscuro es elegante, impecable, perfecto.

jueves, 18 de enero de 2018

Tres gatos (microrelato)

Ayer me crucé con tres gatos. Salieron por un portillo y cruzaron frente a mi. Su silueta de perfil se recortaba sobre la acera. Los tres iguales, con el rabo tieso hacia arriba, la punta ligeramente curvada hacia adelante. Salieron de uno en uno, en fila. Uno negro, otro pardo, el último naranja. Tres pequeños felinos elegantes y callejeros. Está claro que iban a alguna parte.

miércoles, 17 de enero de 2018

Las niñas de rosa, los niños de azul

Estoy buscando una alfombra verde para el dormitorio de uno de mis hijos. Tiene (casi) 4 años, pero ya tiene clarísimo que su color favorito es el verde y quiere que la alfombra sea en ese color. Tengo que decir que está siendo una ardua tarea, ya que el 90% de la decoración infantil viene en rosa, azul y gris. El resto de colores vienen todos juntos en estampados explosivos difíciles de combinar (salvo que el resto de la habitación sea rosa, azul o gris). No hay nada sobrio pero infantil, elegante y con estampado sencillo en tonos verdes. Estoy por poner un trozo de césped artificial.

Trasteando por Google buscando la alfombra verde inalcanzable, tropecé con la web de Maisons du Monde, firma que no tenía el gusto de conocer hasta ahora y de la que no pongo el enlace para no hacer más publicidad de la necesaria. Lo primero que noto es que tiene separada la colección infantil en bebés-niños-adolescentes (la mayoría de las tiendas solo distinguen entre bebés y niños). Podemos pensar que sería útil para facilitar la búsqueda, pero teniendo en cuenta que la alfombra que más me gustó está en el apartado de adolescentes, no lo tengo tan claro.

Pero ¡oh, sorpresa! la colección tiene un 4º apartado que es... mirad vosotros mismos:


Si. Lo habéis visto bien. Separación entre niñas y niños. Segregación, diría yo.

Porque no es solo que separen por géneros en distintos apartados, es el mensaje que se transmite para cada uno de ellos:
Niña: Generará envidias
Niño: Lo verá todo en multicolor

A las niñas se les da un mensaje claramente negativo. Parece ser que nuestra función en la vida, como féminas, es generar envidias en otras féminas. Así, desde bien pequeñitas. Sin anestesia ni nada. No admiración, no simpatía, no generosidad, no solidaridad. No... todo eso son sentimientos positivos. Lo que mola, según esta marca, es la envidia. Estamos destinadas a convertirnos en la madrastra de Blancanieves y cuanto antes lo aprendamos, mejor. Eso sí, rodeadas de todo rosa con pompones de tul y purpurina. Porque cuando pinchas en la imagen para ver la colección esa que va a generar tantas envidias es todo rosa y purpurina. Envidiosas, si, pero envueltas de algodón de azúcar. No vayamos a perder una pizca de feminidad.
(Las caras de las niñas me matan, no se si posan felices o estreñidas. Efecto de la envidia, supongo).


Y la frasecita de marras bien remarcada de nuevo, no vaya a ser que se nos olvide.

Como estaba claro que en el mundo rosa-ideal-envidioso no iba a encontrar la dichosa alfombra verde, me fui a la colección de niños, esa que promete que lo verá todo en multicolor. Porque a los niños si se les da un mensaje positivo: un mensaje de color, de alegría, de diversión, de poder comportarse como niños sin someterse a un sentimiento tan adulto y tan malo como la envidia. Lo dicho, me dispongo a echar un vistazo a la colección masculina que tanta explosión de color propone y ¿qué me encuentro?


Efectivamente. El 90% de la colección es azul. No hay rojos, naranjas, morados... apenas un poco de amarillo. Y por supuesto, ni rastro de nada que se parezca a una alfombra verde. (Al menos aquí los niños posan mas naturales, se ve que el azul relaja).

En resumen, muy desacertada la segregación que hace esta firma (ya que ni siquiera facilita la búsqueda), muy desacertada la elección de slogan (sobre todo en el caso de las niñas) y muy previsible, por no decir otra cosa, la elección de colores, materiales y estampados.

Me iré a otra tienda a buscar la alfombra verde.

Como último recurso, tengo un poco de césped artificial.

Edito para contaros que al final encontré la alfombra verde. Tuve que recurrir a Amazon, y el pequeño destinatario está encantado. Tanto que la ha quitado de su habitación y ha decidido ponerla en el salón.