Vives con miedo. Siempre.
Sobre todo en fines de semana alternos y la mitad de las vacaciones. Siempre.
Sobre todo cuando sabes que tu hijo se queda a cargo de personas que te odian, que te amenazan, que te agreden. Siempre.
Sobre todo cuando te enteras de que tu hijo está al cuidado de alguien que ni conoces, pero que también te odia y te amenaza. Sobre todo cuando llamas por teléfono para hablar con tu hijo y te responde alguien desconocido que te insulta, te amenaza, te veta tu derecho a comunicarte. Sobre todo cuando tu hijo aún es pequeño y no sabe defenderse. Siempre.
Vives con miedo cuando nadie responde a ese teléfono. Cuando no sabes con quien, ni dónde, ni cómo está tu pequeño. Cuando te enteras de que duerme en un sofá, que va de casa en casa y de mano en mano. Siempre.
Y a veces la realidad te pega una bofetada y te das cuenta de que tienes toda la razón al tener miedo. Siempre.
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