Me apetece oír tu voz.
Por la tarde, por la noche, por la mañana.
Tu voz que se asoma a las ventanas
de mi cuerpo, abiertas y dormidas.
Me apetece oír tu voz.
Por la tarde, por la noche, por la mañana.
Tu voz que se asoma a las ventanas
de mi cuerpo, abiertas y dormidas.
Desapareciste.
De repente. Sin explicación (no tienes por qué darlas). Sin dar opción a una despedida (nunca te gustaron).
Te borraste del mapa de mi mundo.
A veces encuentro olvidado en el fondo de un armario algún objeto que me recuerda a ti, del que me acabo desprendiendo para liberar espacio.
Te viví intensamente.
Por eso ahora espero que estés bien. Que vivas intensamente en otras pieles, como yo viví en la tuya. Que estés disfrutando de los días, de las noches, de los bocadillos de jamón con tomate. Que estés siendo feliz.
Aunque hayas desaparecido de mi mundo.