sábado, 28 de julio de 2018

Mas papistas que el Papa

El otro día vino un hombre a intentar darme lecciones de feminismo. Si, como lo leéis.

Para que os deis cuenta de lo gracioso de la situación, es como si yo intentara darle lecciones de física a un ingeniero de la NASA. Lo mismo, pero llevado al campo de la ética.

El muchacho (creo que no alcanzaba los 30) tenía toda la pinta de feminista de nuevo cuño. Que se ha subido a la moda del feminismo precisamente por eso, porque está de moda, y que se cree que por coger la fregona de vez en cuando en casa ya es más feminista que Clara Campoamor. Lo que toda la vida ha sido ser más papista que el Papa.

No es la primera vez que me pasa. En otra ocasión otro hombre me soltó que él era feminista porque era hijo de madre soltera. Y se quedó mas ancho que largo. Como si el feminismo fuese algo congénito que se adquiere en función del estado civil de nuestras madres al parirnos.

Lo que no pude hacerles entender a ninguno de los dos es que lo que estaban haciendo (intentar darle lecciones a una mujer sobre un tema en el que ella sabe mucho más, desde su superioridad de macho que todo lo sabe) es una actitud profundamente machista. No se lo pude hacer entender porque, como mujer, no quisieron escucharme. Ya que ellos como hombres tenían toda la razón que les otorgan sus testículos. Cuando se dejan llevar por el paternalismo, es una batalla perdida.

No se si son más peligrosos para el feminismo los machistas de toda la vida, o estos que se creen feministas y no tienen ni puñetera idea de lo que hablan. A los de toda la vida los ves venir, y alguno hasta te escucha y aprende algo. Pero estos van de listos, se creen que los saben todo sin saber nada, y lo que hacen es dinamitar el feminismo desde dentro. Porque para dar lecciones de feminismo, primero hay que ser mujer. Primero hay que saber lo que se siente cuando en todas y cada una de las facetas de tu vida eres menospreciada, infravalorada, criticada e incluso humillada. Hay que saber lo que es el miedo cuando vas sola por la calle. Hay que experimentar que te traten como si fueses tonta al hablar de cualquier tema, aunque le des cien vueltas al hombre que tienes delante sobre el tema en cuestión (como hicieron ellos conmigo, voy a suponer que sin darse cuenta).

Cuando se haya experimentado todo eso y se sepa lo que se siente, cuando intentes rebelarte contra ello y te encuentres con un muro de patriarcado inexpugnable... entonces y solo entonces puedes ir a otra mujer y contarle lo que es el feminismo.

Que conste que la mayoría de los hombres me encantan. Convivo con tres en casa (dos de ellos en modo larva) y les hablo de feminismo y les educo para que sepan lo que es. Me gustan los hombres receptivos, los que están dispuestos a aprender, los que se callan cuando les explicas algo y los que reflexionan y lo aplican a su vida para intentar mejorar y hacer del mundo un lugar mejor para todos. Esos hombres si son feministas, aunque les quede bastante por aprender.

Yo he sido feminista desde que tengo uso de razón. Y no me hizo falta ser hija de madre soltera, ni que nadie me pusiera una fregona en las manos.  Pero desde niña he sentido la injusticia, la lascivia, el paternalismo, el miedo, la lucha... y eso me ha hecho lo que soy hoy. Para mi no es una moda. Es mi forma de ser.

Así que a día de hoy lo siento pero no. Ningún hombre tiene la autoridad moral para venir a darme lecciones de feminismo. Ni a mi, ni a ninguna otra mujer.

Queridos hombres míos: en cuestiones de feminismo callad, leed y aprended. Y luego si queréis, hablamos.


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